En un mes repleto de actividades culturales para toda la familia, la comuna godoycruceña sigue promoviendo el ciclo “El Colón en el Plaza”, por el que los mendocinos tienen la oportunidad de deleitarse con las producciones artísticas mas destacadas del renovado teatro porteño. De esta manera, el viernes 6 de julio se pudo disfrutar del ballet “La Sylphide”. El ciclo consiste en transmisiones en vivo, simultáneo, en pantalla gigante y alta definición (HD), desde la sala mayor del país.
Esta iniciativa forma parte del convenio de hermanamiento cultural firmado entre la Municipalidad de Godoy Cruz y el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La obra en dos actos “La Sylphide” se estrenó originalmente en 1832, en la sala “Le Peletier”, sede de la Ópera de París. Con esta creación se inauguró, en Europa, el “Ballet romántico”, considerado por la crítica especializada como una verdadera revolución del arte coreográfico europeo, por la introducción de numerosas novedades técnicas en la danza.
Argumentalmente, esta obra recogió la influencia del movimiento romántico alemán: el amor como ideal, la pasión que ciega el raciocinio y la fascinación por el mundo ultraterreno. Estos elementos, aparecieron con gran fuerza en esta puesta, cuya coreografía fue creada por el maestro Filippo Taglioni, quien decidió que su hija, la etérea Marie Taglioni, encarnará el papel principal de la Sílfide, un ser sobrenatural, cuyos deseos amorosos por un hombre mortal desencadenan un trágico final.
La habilidad de Taglioni para sostenerse naturalmente sobre las puntas de los dedos de sus pies (luego se crearían las zapatillas de puntas, que contaban con un refuerzo para facilitar esa destreza) impuso la modalidad de la danza “en puntas”, tan estrechamente asociada al ballet clásico en la actualidad. También fue en “La Sylphide” que se usó, por primera vez, el vestido blanco y vaporoso, que más tarde se conocería en el mundo como “tutú”. La puesta en escena de este ballet fue un éxito tan colosal en el París de 1832, que la palabra “sílfide” se incorporó al vocabulario corriente: había peinados, vestidos, flores, incluso humores “sílfide”. También se acuñó un nuevo verbo, “taglioniser”, que significaba moverse o bailar con ligereza.
En esta oportunidad, los mendocinos pudimos apreciar la reposición de esta gran obra del romanticismo, realizada por el coreógrafo Pierre Lacotte para el Ballet Estable del Teatro Colón, sobre el original del citado Taglioni. Toda la poesía y la magia del ballet romántico se apoderaron de cada rincón del Teatro Plaza, con una alegre y ondulante melodía ejecutada por la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por el maestro Javier Logoia Orbe, que sirvió como un magistral marco sonoro para comenzar esta trágica historia de hechicería y amores no correspondidos.
La compañía de baile, encabezada por las primeras figuras Carla Vincelli (La Sílfide); Federico Fernández (el escoses James) y Nadia Muzyca (Effie); entre otros, hizo gala de toda su gracia y plasticidad, con movimientos ágiles de una soberbia precisión técnica, en una sobria puesta en escena. Estos elementos contribuyeron a dotar a este clásico indiscutido de la danza mundial de un profundo dramatismo que emocionó a todo el auditorio del Plaza.
La mitología al servicio del arte
Una sílfide es una criatura mitológica de la tradición literaria occidental. Este término tiene su origen en la obra del alquimista Paracelso, quien las describía como seres invisibles del aire. Según la cultura popular, las sílfides son seres gigantescos que se montan de las nubes y las mueven con el batir de sus alas. Según la misma mitología estos seres despiden una luz de color rojo o naranja desde sus alas y esto es la razón por la cual los cielos se enrojecen al atardecer después de un día lluvioso. Además, se las puede identificar como seres neutrales, de carácter amigable, que mantienen un aspecto juvenil durante toda su vida. Hablan en un lenguaje musical, propio de los seres mágicos con los que están emparentadas.
El término sílfide ha pasado al lenguaje común para referirse a los espíritus menores, elementales o hadas del aire y, figuradamente, a las mujeres delgadas, graciosas y de gran belleza. Los autores de fantasía emplean en ocasiones a las sílfides en sus obras para referirse a mujeres esbeltas y de rasgos delicados o como el ideal del amor inalcanzable.
Por Prensa-Cultura
11 julio, 2012